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Cuando nosotros entramos a comer, ellas ya estaban allí, sentadas, una frente a la otra. Eché un vistazo sobre ellas y la niña levantó la cabeza, me miró muy sonriente.  Le hice un guiño y rápidamente me devolvió una bonita sonrisa y un guiño. Con su carita redonda, bondadosa, después… bajó sus bonitos ojos claros, con un gesto de falsa vergüenza.

Desde mi mesa, en silencio, no pude evitar oír la conversación…

  • Deja de jugar, escúchame…
  • Si, si, ahora… dime…
  • Hemos venido a pasar un rato juntas y solas, a divertirnos juntas… no?…
  • Si, si, claro, enseguida lo dejo…
  • ¡Está bueno mi plato!, me encanta la comida…me gusta este sitio…
  • A mí, a mí… también me gusta, aunque un poco fría…
  • ¡No estaba fría cuando la trajeron! Se te está enfriando mientras juegas, ¿puedes dejar el móvil ya?

Desde mi mesa, separada apenas 2 metros, podía yo seguir en aquel móvil, la pantalla multicolor del juego y unas piezas que se movían como burbujas.

La comida transcurría y nada cambiaba en la mesa que teníamos enfrente. La madre debe tener unos 30-35 años, la niña no pasa de 7-8 años.

Pensé que tristemente era una escena muy común. La comunicación rota por una pantalla digital. Clic para tuitear

La comunicación inexistente por culpa de un móvil…, enganchada a un juego, uno de esos juegos “educativos” y “no adictivos”, según nos comunican los expertos. La verdad es que no lo sé, no he jugado a ninguno y no es mi intención entrar en este debate ya que me interesa más, mucho más, la comunicación interpersonal y lo que afecta a ella, en las familias, en los grupos de amigos, en la pareja…

Cada día compruebo por mí misma y en mi trabajo, los problemas que se generan por no usar correctamente este importante recurso: LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL. Clic para tuitear

Cada vez me gustan más los lugares de ocio donde te invitan a que encierres tu móvil en una caja o lo guardes y  te dejes llevar, que hables con los tuyos, que escuches la música ambiente, chill out, jazz instrumental romántico… seguramente será que me estoy haciendo mayor… o no… quizá es que me gusta tener una conversación serena, en volumen bajo con mis amigas, familia, compañeras y compañeros de trabajo… no estar por estar, sino ESTAR, AQUÍ Y EN EL AHORA.

Todavía en el restaurante yo también me estaba poniendo nerviosa, un plato, otro, y la mirada en la pantalla…. Sin conversación, solo monosílabos. Yo cruzaba miradas de complicidad y leves sonrisas de “no sé que hacer” “cómo puedo lograr que deje el móvil…” claramente había un problema de… disciplina….   con mi mirada yo le decía, te entiendo y comparto tu desazón……  pensé…. Quítaselo… o pega un puñetazo en la mesa… …pero… entonces… hubo movimiento…, por fin dejó el móvil y se levantó …

  • voy al baño… -dijo ya levantada y mirando un momento más el móvil-
  • ok, te espero aquí! -contestó- con un gesto de aburrimiento y cierto tono de abatimiento mientras apoyaba su mano en la mandíbula.

Lo hice, no pude evitarlo, me levanté y salí tras ella, fui al baño, tenía que hacer algo, no pude quedarme quieta, tengo que aprender a hacerlo… o no….

En el lavabo, enjabonándome las manos y a solas con ella frente al espejo, le dije… “es la primera vez que vengo a este restaurante, me gusta la calidad de la comida y la calidez del ambiente, invita a venir en familia, a conversar tranquilamente y desconectar un rato ¿verdad?

Me miró fijamente y con cierta sorpresa y rubor… titubeó…

  • Si, si, cierto…. Gracias, hasta luego. -Salió sujetando un poco la puerta evitando así dar un portazo-

Antes de regresar a mi mesa respondí a una corta y urgente llamada en la puerta del restaurante y entonces… ya habían traído nuestros cafés, sentándome… miré a la mesa donde madre e hija comían y suspiré aliviada, observé que el móvil estaba apartado en una esquina de la mesa, boca abajo y ambas estaban riendo y compartiendo el postre, una aparente y rica tarta de chocolate con toppings divertidos…

  • ¡Mamá qué colores tan bonitos tiene esta tarta!
  • Si, cariño, pero no tanto como el azul de tus ojos….
  • ¿La haremos en casa? ¿Tendrás tiempo, mamá?
  • si, la haremos… del sabor que quieras.
  • Mamá, estoy contenta…
  • ¿Por qué hija?
  • Porque te puedo contar mis cosas… tengo planes para mi cumple.
  • Claro que sí, sabes que me los puedes contar cuando quieras.
  • Si, mamá, ahora sí, por fin has dejado el móvil. ¡Gracias  mami! Y en un gesto de espontaneidad se levantó a abrazar a su madre.

Desde mi mesa, les sonreí. Guiñé de nuevo un ojo a la niña y ambas me devolvieron una sincera sonrisa fundidas en un abrazo.

No era un problema de disciplina… Era un problema de ejemplo, de ejemplo y de respeto, de saber qué es lo realmente importante. Clic para tuitear

Me hubiera gustado que fuera un relato, un cuento, un sueño… pero no, solo he cogido papel y boli para redactar mi comida de ayer en un bonito restaurante donde se podía estar relajado y en familia.

Cada vez doy más importancia a estar con mi gente, a que formen parte de mi vida y yo de la de ellos, a dejar entrar las relaciones sinceras y huir del estar por estar… a sentir como otras personas sienten, saber por qué se alegran y por qué sufren… a compartir mis sentimientos, mis alegrías y mis penas… realmente con quien quiera escucharlos con el corazón… esto no es fácil, virar en esta dirección no siempre se entiende y pocas veces se comparte… eres rara. ¡Una rara feliz!

¡Hasta pronto!

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