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“NO ignoro que muchos han tenido y tienen la convicción de que las cosas del mundo son dirigidas por la fortuna y por Dios; que los hombres, con su prudencia, no pueden corregirlas, ni cuentan con medios para hacerlo, por lo que pueden caer en la tentación de dejarse llevar por la suerte y que no es útil esforzarse para cambiar las cosas.” Así comienza el capítulo XXV de El Príncipe de Maquiavelo.

Esta magnífica obra de principios del siglo XVI, sigue siendo reomendada en las mejores Escuelas de Negocios como lectura ejemplar y ejemplificadora de la figura de un líder. A mí misma me hubiera gustado que mi profesor en la universidad, en lugar de su primera clase teórica sobre los Recursos Humanos y el liderazgo, me hubiera sugerido la lectura de este libro y posteriormente analizarlo en asamblea en el aula.

Maquiavelo, hace casi 500 años (se estima que la obra fue escrita en 1512) nos habló de la importancia de centrarnos en realidades y no en situaciones idílicas, no experimentadas. Encontramos un verdadero manual práctico para todos los que queremos acertar en nuestra gestión de personas. Es fácil extraer las hoy llamadas competencias de un líder.

Este fin de semana lo he vuelto a releer y ,de nuevo, siento la necesidad de regalarlo, de sugerir su lectura.Hay que tener en cuenta el entorno en el que se escribió y también la retórica propia de la época.

Es importante recuperar y aplicar los valores y virtudes que Maquiavelo nos presentó con indudoso ingenio y pluma hábil. Algunos ejemplos de ello son: » un príncipe» debe poner al servicio de los demás la fuerza, la audacia, el dar ejemplo, la astucia, la lealtad…

Volviendo al inicio de mi exposición, o lo que es lo mismo «sentarme a verlas venir» porque poco puedo hacer yo por cambiar mi propia circunstancia, ahora si que tenemos herramientas y recursos.

No seamos cómodos, hay que salir del círculo de la NO iniciativa. Tomar las riendas de nuestro propio desarrollo personal. Seamos «Príncipes» de nuestro territorio, no olvidemos a los clásicos.

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