Skip to main content

“Es más fácil subirse a una montaña rusa que bajarse de ella”, no es la primera vez que leo o escucho esta frase y ¿sabes qué? siempre me invita a reflexionar sobre mis hábitos y mi forma de actuar. Después, al poco tiempo, me descubro redireccionando algún aspecto de mí y aunque lo hago ya de modo automático no lo es de forma inconsciente. Me gusta y me empeño en tener engrasado mi mecanismo para el cambio de vía, incluso el mecanismo “cambiador del ancho de vía”.

La mayoría de nosotros vivimos a un ritmo excesivamente acelerado, vemos pasar las cosas bonitas e interesantes sin llegarlas a disfrutar, algunas de ellas simplemente las consumimos con una “voracidad exacerbada” y mezclando todos sus sabores. Esta falta de disfrute hace que nuestra sensación de bienestar y de alegría (cuando se da) sea más ocasional que permanente… una pena ¿verdad?

Desde aquí, hoy te invito a que pienses en ello. ¿Por qué esa velocidad?, ¿hacia dónde te diriges? O… ¿de qué huyes? Normalmente no resulta fácil responder a estas preguntas, y sin embargo en estas respuestas encontraremos muchas de las claves de nuestro día a día. Todavía se complica más si la pregunta es ¿para qué llevo esa velocidad? ¿para qué me levanté corriendo ayer cuando estaba disfrutando de un café con unos amigos? ¿para qué dije a mis hermanos que no podía ir al cine con ellos? ¿qué hice esas horas?

Sin duda alguna hay ocasiones donde nuestro ritmo acelerado encontrará una justificación objetiva, fiel a la realidad. Otras, sin embargo, buscaremos una respuesta que nos permita relajar nuestra conciencia… es cuando aparece ese fatal mecanismo del autoengaño que nos dirige hacia donde él quiere ya que así todo resulta mucho más fácil, no tenemos que cuestionarnos nuestros hábitos ni tampoco “mover nuestras costumbres”. (En breve les dedicaré un post especial al autoengaño y a la toma de decisiones vitales).

Como diría E.Hemingway “Nunca confundamos movimiento con acción”. No todo lo que hacemos sabemos su “para qué”, sin embargo en la respuesta a esta pregunta encontramos los beneficios de hacer lo que estamos haciendo y al no saber contestarla estamos dejando de disfrutar de ellos. No es necesario obsesionarse, pero es cierto que tomar conciencia plena de nuestras acciones nos permite aprovechar más sus sabores, olores, texturas.. en fin todas sus propiedades. Cuando si que sabemos responder a esa pregunta, optimizamos nuestro control sobre los acontecimientos y lo traducimos en bienestar emocional y también en productividad personal.

Pon el freno de mano, haz una parada, apéate para tomar conciencia de qué es lo que quieres hacer y si el trayecto elegido te lleva dónde realmente quieres estar. Resetea tus hábitos y descubre los beneficios de hacerlo. Saca punta a todo lo que tú decidas y borra lo que no necesites.

Conforme cumplimos años vamos metiendo piedras en nuestra mochila personal y emocional y no todas son piedras preciosas. Algunas de ellas sólo pesan y no tienen un valor ni material ni emocional, simplemente se han metido ahí camufladas detrás de otras más necesarias. Párate y revisa. Cuida tu salud física y emocional. Busca en todos los rincones de tu mochila y saca lo que no quieras que hoy esté en ella. Tu caminar será más ágil y equilibrado. Hazte ese regalo!

Hasta muy, muy pronto!

Pin It on Pinterest