Skip to main content

Todas las personas en algún momento usamos los pretextos para justificar nuestros errores o faltas.  El cerebro necesita estar en paz consigo mismo y una de las formas que tiene para lograrlo   es fabricar un pretexto, darle forma y luego repetirlo hasta que se lo cree… y así tantas veces como sea necesario a lo largo del día, de la semana, de la vida…

He comenzado diciendo que “todas las personas” y a lo mejor tú no necesitas hacerlo, si es así ¡¡mi enhorabuena!! Este artículo no te resultará útil ni te hará reflexionar.

Si, por el contrario, como el resto de los seres humanos alguna vez o muchas veces has recurrido o recurres a las excusas para salvar situaciones cotidianas, debes saber a dónde te llevan: ¡¡a ningún sitio!!

Los pretextos y las excusas tienen el poder de bloquear las salidas, no nos dejan salir de donde estamos, nos impiden avanzar. Clic para tuitear

Echar la culpa a algo que está fuera de nuestro control es una bonita manera de quedar bien, de seguir siendo populares o de salvar una venta (si es la circunstancia).

Pretextos, son frases como estas:

“No fui a verte porque no tuve tiempo”

“No te he preparado lo tuyo porque he ido muy liada”

“No te he llamado porque no sabía qué decirte”

“No te he hecho la propuesta porque el proveedor no me ha pasado precios”

Las excusas y los pretextos justifican la falta de acción, la indecisión, la falta de iniciativa y/ o lo que es peor: la falta de interés. Clic para tuitear

Inicialmente disfrazamos el miedo con las excusas… hacerlo para salvar una situación, es lógico, es normal y hasta legítimo, pero si se convierte en práctica habitual, entonces tenemos un problema. Tenemos un problema primero de actitud irresponsable y después de relación con los demás.

Te imaginas llegar a una entrevista de trabajo tarde y decir “Es que no encontraba sitio para aparcar, esta zona está fatal” (culpable: urbanismo)

Te imaginas llegar a una visita comercial tarde y decir “Es que no encontraba la nave de la empresa, como es un polígono nuevo”(culpable: la ubicación)

Qué has pensado tú cuando necesitabas de alguien y te has encontrado con un …“no sabía qué decirte y por eso no te llamé” … (culpable: la ausencia de palabras)

“No uses la excusa como recurso literario” Clic para tuitear

Lo mejor que puedes decir, es

“Como salí tarde de casa, llegué tarde” (no me organicé el tiempo bien)

“Como tuve que pasar hoy por la oficina a por el catálogo porque ayer no lo preparé y además no comprobé donde estaba esta empresa, pues esa es la causa (que no la excusa) de llegar tarde” (no repasé ayer con tiempo si lo llevaba todo)

“Como era una situación incómoda para mí, no te llamé” (poca asertividad, poca empatía)

Las excusas siempre encierran insatisfacción con lo que hacemos o con lo que dejamos de hacer, por eso para ser más feliz, tener una vida más plena y positiva debes ir minimizando su uso. Pon el foco en dejar de usarlas, que no sea tu modo principal de relacionarte con los demás.

Para evitar el autoengaño al que te llevan las excusas, determina tus para qué. Para qué usas las excusas, para quién, o para quiénes, pon el foco en dejar de hacerlo. Establece un plan y a por ello. No dejes que se convierta en hábito.

Detrás del hábito de poner excusas hay una actitud irresponsable que afecta a tus relaciones con los demás. Clic para tuitear

Busca otros modos de tener en paz tu mente, se coherente contigo mismo, contigo misma. Haz lo que quieres hacer, di lo que quieres decir. Reflexiona acerca del impacto que va a tener, y entonces cuida como lo dices, pero dilo; cuida lo que haces, pero hazlo.

Con estas pequeñas pautas, tendrás más salud, tendrás que recurrir menos “a la química”, te sentirás mucho mejor si lo haces, serás mejor profesional y quizá mejor persona, la primera beneficiada será tu sonrisa, ¡¡te acompañará más!!

¡Hasta pronto! Si te ha gustado comparte.

Pin It on Pinterest