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“Toda conducta que no se refuerza tiende a extinguirse” esta es una de las máximas con las que inicio yo la mayoría de mis seminarios o talleres prácticos. Con ella doy paso al aplauso en el aula como método para reforzar las intervenciones de los asistentes. Pero esto no me lo he inventado yo se trata de un “muy breve titular” de las teorías psicológicas que profundizan en el modo de aprender de las personas y cuyos principales estudiosos fueron Paulov y Skinner… y que luego lógicamente han tenido sus seguidores y detractores. En el aula y en la vida siempre es útil y bonito ser reconocidos por nuestros actos.

Pero ¿hacemos las cosas esperando que nos las reconozcan? Si es así ¿por qué? …

No es lo mismo que nos guste el reconocimiento de los demás que necesitemos “si o si” su aprobación para hacer las cosas. Necesitar la aprobación de los demás “porque sí” fuera de un contexto en el que una persona más experta nos está tutelando, deja al descubierto nuestra parte de la personalidad ausente de libertad y ,como tal, deja al descubierto parcelas íntimas de inseguridad o baja autoestima.

El número de ocasiones en las que necesitamos la aprobación de los demás y la intensidad de las mismas es lo que dará una puntuación más alta en BAJA AUTOESTIMA. Cuanto más necesitemos la aprobación de los demás más se disparan emociones que nos alteran y provocan respuestas fisiológicas-motoras durante la espera de dicho reconocimiento: desagrado, ansiedad, angustia, tristeza, irritabilidad, insomnio, dolor de estómago, ganas de comer compulsivamente, reducción del apetito, sudores, tics… y un largo etcétera.

Estamos demasiado ocupados mirando a ver qué dicen nuestros retrovisores y no ponemos el foco en el camino que tenemos por delante. Mientras todo esto sucede somos incapaces de disfrutar, crecer y ser felices. ¡Estamos desenfocados!

El enemigo no está frente a nosotros está en nosotros mismos. Lo curioso de todo esto es que es un mecanismo casi siempre interno y unidireccional, es decir, nosotros solos convertimos en una necesidad la aprobación de los demás y esto es un síntoma evidente y claro de que algo falla en nuestro circuito interno ya que nos convierte en esclavos de “esa persona” o de “esas personas”. A partir de ese momento nuestra felicidad la ponemos en manos de otros, de terceros. Si ellos quieren seremos felices y si no, NO! Pero ellos no lo saben y luego aparece el reproche, entramos en un circuito tóxico del que tenemos que salir para mejorar nuestra autoestima. Es muy importante hacerlo a partir de los primeros síntomas.Del mismo modo que no echamos a andar hasta que el semáforo se pone en verde y permanecemos quietos mientras está en rojo… cuando somos dependientes de la aprobación de los demás perdemos nuestro criterio, son otros los que aceleran y accionan la palanca de avance, llegaremos a su meta y no a la nuestra. Es fácil concluir que en todo este recorrido la probabilidad de tomar decisiones acertadas y satisfactorias, que nos lleven al desarrollo personal y profesional, es muy baja.

A diario, en mi trabajo y en mi vida, compruebo que el gusto por ser reconocido está bien, es normal y todos lo hacemos, pero cuando una persona lo lleva a extremos se convierte en enfermedad, la enfermedad de la dependencia. Estar en este escenario hace que la persona ya no disfrute con la compañía de los demás, los necesita, entonces ya no hay una relación sana. Se entra ya en una espiral donde siempre hay una perdedora: LA AUTOESTIMA.

Toca ahora ser primero autocríticos y luego ya identificaremos a terceros….

Pongo algunos ejemplos de necesidad de reconocimiento, seguro que te resulta familiar la puesta en escena (ya sabes que si esta conducta se convierte en habitual nos hace esclavos de ella)

  • El personaje “regalador” de sus atenciones y su tiempo como actitud compulsiva. Después acaba por sumirse en una profunda tristeza cuando no encuentra a cambio el respaldo y reconocimiento que él por si mismo pensó que iba a obtener.
    • ¿Qué me aporta lo que estoy haciendo? Sería la pregunta sana.
  • El personaje “vengo a hablar de mi libro y luego me voy” es esa persona que no para de contar lo bien que hace todo lo que se propone, lo lista que es, sus hijos, su pareja, su , su su… y no sabe ni un dato de cuáles son tus circunstancias HOY. ¡Ni una sola muestra de interés sincero por tí! Simplemente cuando se da cuenta de que la exigencia de su fama la reclama, entonces, ya levantándose de la mesa, esboza una leve frase “bueno a ti todo bien ¿no?…
    • ¿Qué crees que hay detrás de ese aparente exceso de seguridad?
  • El personaje “calimero” es esa persona que no para de hablar de lo mal que le va todo y lo víctima que es del sistema sin hacerte ni una pregunta de cómo te va a ti. Todo el mundo se ablanda ante las víctimas cuando ya las tiene delante pero también sabemos que no son los mejores compañeros de viaje si podemos elegir
    • Que viene, que viene…¡¡oh no… otra vez no!!
  • El personaje “ese dato yo ya lo sabía y ese chiste también” es otra muestra de soy poderoso porque lo sé todo, no me vas a descubrir nada que no sepa más y mejor que tú.
    • Por favor un poquito de humildad ¿la llamamos? ¡¡¡¡¡Humildad!!!! ¡Ven que aquí tienes trabajo!

¡¡No utilices ninguno de los comportamientos anteriores para obtener la atención, aprobación y el reconocimiento de los demás ni para lograr lo que quieres!!! Cualquiera de ellos te pasará factura.

Aprende a quererte por lo que eres, por lo que ya sabes hacer, por el potencial que llevas dentro y estás desarrollando y ¡sí! apóyate en los demás, agradece mucho cuando te lo reconocen, pero no hagas las cosas PARA QUE te las reconozcan, tu posición en la rueda de tu equipo de trabajo, de la empresa, de los amigos, de la familia y de la vida depende de tu convicción y de lo que creas que eres capaz de conseguir, porque esta será la guía y la palanca para tu esfuerzo.

Y ahora cuando te digan de nuevo ¡¡Qué bien lo has hecho!! ¡¡Qué grande eres!! puedes decir “muchas gracias por tu reconocimiento, me gusta oírlo, pero lo he hecho porque disfrutaba haciéndolo”

Te regalo un párrafo de un poema de William Ernest Henley (1849–1903) que se hizo famoso en boca de Nelson Mandela y de la película del mismo nombre del poema, INVICTUS :

Ya no importa cuán recto haya sido el camino


ni cuántos castigos lleve a la espalda.

Soy el amo de mi destino.

Soy el capitán de mi alma.

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