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Hoy he decidido que mi post, sea un relato, quizá las fechas próximas me inviten a ello, diciembre es un mes… diferente, las primeras luces de colores, los primeros villancicos… y los recuerdos, los sentimientos, las emociones… quiero que este relato nos invite a la reflexión…

“Lo había decidido a principios de semana, ese viernes era el día, por eso ya iba andando por la calle, acercándome al lugar de encuentro sin saber si iba a estar, sin saber si se acordaría de mi y tampoco tenía claro si iba a ser bien recibida, si se alegraría de verme… todas estas dudas rondaban por mi cabeza mientras caminaba lentamente hacia la farmacia de referencia, junto a ella estaba situada su vivienda. Mis emociones eran un mestizaje entre obligación y compromiso moral.

Me acerqué a su portal, o eso creía yo, el último día que la vi, me pareció que señalaba a esa ventana, eran las 12.00h, paseaba por la calle con su sillita y me dijo – esa es mi casa, esa mi ventana por la que veo la calle a diario y está abierta para ti, siempre que quieras. Yo le dije: el viernes que viene si puedo, sobre esta hora vengo y me tomo un café contigo, ¡yo traeré pastelitos! -allí estaré, te espero-dijo ella-.

Ya era la tercera vez que llegaba hasta ahí, de nuevo busqué su nombre en los pulsadores de los timbres para poder llamar, no encontré nada, ni una pista, miré hacia la ventana… entonces miré la hora y vi que en realidad solo podría estar unos minutos, tenía algo de prisa, y una vez más, decidí que ya iría otro día, hoy se me hacía tarde, se me hacía tarde para conversar tranquilamente, otro día iría con más tiempo, hacía casi 6 meses  y me sabía mal ahora ir con prisa, pero no podía cambiar nada del resto de mi agenda, todo era muy importante, incluido hacerle la visita, por supuesto pero… el resto de cosas eran más urgentes, o eso pensé yo.

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7 días más tarde volvía a ser viernes, ese día en el que yo no suelo viajar, que estoy en el despacho y en casa organizando cosas, haciendo informes, manteniendo reuniones telefónicas y planificando la semana siguiente. El reloj marcaba ya las 11.45 y no había decidido si iba a salir a la calle o no, y si salía, no sabía si por fin realizaría esa visita. Tan sólo dos calles me separaban del lugar de encuentro, era una visita de cortesía, que me apetecía mucho, pero no tenía un Gran objetivo, sin embargo….quería ir… pero también esa mañana era buen momento para que yo fuera a la peluquería, si llamaba y tenía turno, era necesario ya que debía llevar mi pelo en condiciones la semana siguiente y además solucionaba también el sentirme bien para la cena que tenía ese sábado, así lo hice. Llamé y me hicieron hueco en la peluquería, tomé una ducha rápida y a las 15,30h salía ya con mi pelo cortado y mis mechas relucientes, tal y cómo yo quería. No era hora de molestar a nadie con mi visita, así que el próximo viernes lo volvería a intentar, entré en el horno más cercano, elegí mi empanadilla entre un montón de opciones, salí saboreándola y me fui a casa a descansar un poco, al fin y al cabo, había sido otra semana muy ajetreada y agotadora como siempre pasa a final de año, ya habría tiempo para ese café.

Hoy si, hoy sería el día que por fin me tomaría ese café, buscaré hasta dar con su domicilio, llamaré y subiré a tomar el café, antes pasaría a comprar unos pastelitos, pero esta vez no me los comeré yo sola, sino con ellas.

7 días más tarde volvía a ser viernes, ese día en el que yo no suelo viajar, que estoy en el despacho y en casa organizando cosas, haciendo informes, manteniendo reuniones telefónicas y planificando la semana siguiente. El reloj marcaba ya las 11.45 y no había decidido si iba a salir a la calle o no, y si salía, no sabía si por fin realizaría esa visita. Tan sólo dos calles me separaban del lugar de encuentro, era una visita de cortesía, que me apetecía mucho, pero no tenía un Gran objetivo, sin embargo….quería ir… pero también esa mañana era buen momento para que yo fuera a la peluquería, si llamaba y tenía turno, era necesario ya que debía llevar mi pelo en condiciones la semana siguiente y además solucionaba también el sentirme bien para la cena que tenía ese sábado, así lo hice. Llamé y me hicieron hueco en la peluquería, tomé una ducha rápida y a las 15,30h salía ya con mi pelo cortado y mis mechas relucientes, tal y cómo yo quería. No era hora de molestar a nadie con mi visita, así que el próximo viernes lo volvería a intentar, entré en el horno más cercano, elegí mi empanadilla entre un montón de opciones, salí saboreándola y me fui a casa a descansar un poco, al fin y al cabo, había sido otra semana muy ajetreada y agotadora como siempre pasa a final de año, ya habría tiempo para ese café.

Hoy si, hoy sería el día que por fin me tomaría ese café, buscaré hasta dar con su domicilio, llamaré y subiré a tomar el café, antes pasaría a comprar unos pastelitos, pero esta vez no me los comeré yo sola, sino con ellas.

Salgo de mi casa decidida a tomar ese café, voy wasapeando por la calle, sorteo a unos niños jugando, sorteo también una ambulancia que con sonido ensordecedor pasa delante de mí, me espero, la dejo pasar y sigo mi recorrido  hacia la pastelería, estoy pagando mis pasteles y siento como una punzada en mi corazón, la ambulancia está parada en el mismo portal al que yo voy, voy a ver a mi amiga, a la única que está todavía en condiciones de conversar y tomar un café con otra amiga, conmigo. Ellas eran 4, cuatro amigas siempre juntas, ella es la más joven o eso creo, me lleva más de 40 años y yo ya superé los 50, ella es la más joven, tiene más de 90 años…

El tiempo de guardar el cambio tras comprar los pastelitos se me hace eterno, de repente en mi se agolpan los recuerdos y genero como un túnel del tiempo donde recuerdo cada sonrisa, cada apretón de manos que le he dado cuando la he visto tomando el sol, en su sillita, su sillita de ruedas, en el banquito de la esquina donde la chica que la cuida la pone para que la vitamina D haga su papel.  Esa sonrisa sana, de agradecimiento, yo siempre le decía que esos pendientes de perla me los tenía que dejar, que me gustaban mucho a la par que la hacían más elegante, que me gustaba verla recién llegada de la peluquería.

Mi corazón se para, el personal sanitario no me deja pasar…. Estoy en su portal y siento la necesidad de preguntar qué ha pasado, a quién… hay varios vecinos y nadie sabe nada. Espero con la ambulancia en la puerta, los enfermeros han subido…la bolsa con los pastelitos me pesa mucho, la aprieto contra mi pecho, ya salen…. Sacan una camilla… no quiero mirar… me alejo un poco, una lágrima, la primera recorre mi mejilla, la inicial sensación de impotencia deja paso a la tristeza, he apretado tanto la bolsa con esos pastelitos que llevo manchada las manos, la ropa… Mis piernas se hacen frágiles… odio la peluquería, mis reuniones, mis urgencias que no me dejan hacer lo importante, las excusas que me he puesto cada viernes que no he venido a verla, ahora ya da lo mismo…. nunca sabrá que he pensado en ella cada semana, los últimos seis meses… ya no me podrá dejar sus pendientes de perla…

Mis piernas se hacen frágiles… odio la peluquería, mis reuniones, mis urgencias que no me dejan hacer lo importante, las excusas que me he puesto Clic para tuitear

Los enfermeros salen del portal y piden que nos retiremos un poco más, cruzo de cera… no quiero mirar… me he puesto las gafas de sol para ocultar mis lágrimas… siento un fuerte dolor en el pecho… estoy mirando de reojo la escena delante de mí, todo va muy rápido, muchos vecinos se acercan a curiosear…y en ese momento me tocan por la espalda y es ella, ella con sus pendientes de perla , va en su sillita de ruedas, bien elegante ,viene de la peluquería y sólo me dice: «¡¡Hola guapa, te estaba esperando!! Hoy es viernes, tengo el café preparado, sabía que ibas a venir».

¡¡Hola guapa, te estaba esperando!! Hoy es viernes, tengo el café preparado, sabía que ibas a venir. Clic para tuitear

De esto hace ya cuatro meses y ya hemos tomado 4 cafés, y hablamos por teléfono todas las semanas. Ese día supe que, desde hacía 6 meses, cada viernes preparaba su café, salía a primera hora a ponerse guapa en la peluquería, al volver ponía la mesa con las pastas de té, después permanecía junto a la ventana mirando a la calle y así hasta la hora de comer, entonces lo retiraba en silencio, sin reproches y seguía su rutina diaria hasta el siguiente viernes.

Por suerte, llegué a tiempo, estoy muy feliz por ello. Clic para tuitear

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